La Masonería se define a sí misma como “la Institución Orgánica de la Moralidad”, aserto que se corresponde con el deber que para todo masón implica “el perfeccionamiento humano”. Pero, si bien es cierto que la moralidad es una forma distintiva de la conducta humana; y particularmente la del masón; la tolerancia es el conducto mediante el cual los masones perfeccionan dicha moralidad.
No obstante, debe entenderse que la tolerancia masónica no exime a los miembros de la Institución de sostener y defender principios éticos-morales justos; acordes a la doctrina masónica implícita en el tríptico
LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD. Los masones NO PUEDEN DEFENDER REGÍMENES NI SISTEMAS TIRÁNICOS.
La tolerancia masónica se refiere a la libertad que cada ser humano tiene de expresar y defender sus ideas en materia de religión, economía o de política; sin que ello sea óbice para ser admitido como masón. Es preciso no confundir el alcance que implica el concepto de tolerancia; la Masonería es una Institución de firmes principios liberales, absolutamente comprometida con la defensa de los derechos individuales; fundamento ideológico-filosófico-doctrinal que en nuestro continente sustento la lucha independentista y libertaria de próceres como Washington, Bolívar, San Martín o Martí.
El masón no tiene derecho a refugiarse en el subterfugio del “libre albedrío” de su “vida privada”, tan usado en el mundo profano[i], para encubrir las miserias del carácter que implica el perjurio. En este sentido los masones no tienen vida privada para su Logia ni para la Fraternidad, porque ellos han jurado comprometerse en la defensa de los derechos humanos, el progreso social y la democracia.
La ética y los principios es la primera condición de la Moralidad.
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