miércoles, 26 de junio de 2013

Murillo, supuesto creador de reformas


Articulo enviado a la redaccion de la Comisión Mambi, Patria y Libertad, por un Hermano Aprendiz Masón.

LA HABANA, Cuba- Resulta paradójico que el vicepresidente cubano Marino Murillo haya pedido acelerar las reformas económicas en un recién celebrado congreso de economistas. La exigencia, manifestada ante 250 delegados de todo el país, choca con los verdaderos compromisos políticos de Murillo. Pues, sus posiciones siempre están del lado de quienes lo catapultaron a una de las vicepresidencias del gobierno.
 
Raúl Castro, su mentor, no muestra pruebas fehacientes sobre el pragmatismo que cierta prensa le ha endilgado, como una cualidad que lo diferenciaba de su hermano Fidel. En el argot del régimen, reforma continúa siendo una mala palabra. En su lugar, han aprobado la frase conocida como actualizaciones del modelo socialista.
 
Esto pudiera considerarse una nimiedad, pero es un botón de muestra de las reticencias, al más alto nivel, a la hora de asumir un rol protagónico en los cambios que demanda la economía cubana, saturada de números rojos.
 
Periódicas exhortaciones de ministros y funcionarios, relacionadas con la necesidad de avanzar en la apertura económica, se diluyen en un ambiente que sigue circunscrito al predominio de la burocracia y a la ausencia de voluntad dentro del exclusivo grupo de poder.
 
Por lo demás, Murillo no puede decidir nada. Es, aunque sus credenciales sean otras, un vocero más dentro de un diseño político que no va a sufrir cambios sustanciales mientras sus líderes históricos conserven la capacidad de gobernar.
 
El eslogan acuñado por Raúl Castro ante los llamados a acelerar el ritmo y la profundidad de la apertura, indica que el estancamiento prevalecerá. “Sin pausa, pero sin prisa”, define una actitud a ubicar en las antípodas del sentido común, encubridora de la esencia conservadora del régimen.
 
Que Murillo, supuesto (por la mala prensa) artífice de las reformas económicas, y además ex oficial del ejército, haya abogado por la definitiva liberalización de las fuerzas productivas, no significa un punto de giro en las estrategias que apuntan al éxito y terminan en el más absoluto fracaso.     
 
Los lineamientos aprobados (hace ya dos años) en el VI Congreso del Partido Comunista, que viabilizarían la implementación de los cambios tendientes a elevar la productividad y la eficiencia, son poco menos que material desechable.
 
Por tanto, las exhortaciones de Murillo a “quitar todos los frenos”, son parte del léxico a utilizar con fines propagandísticos. En la vida real, son escasos los motivos para imaginar otras perspectivas que no sean las de un continuismo, que seguirán matizando con ritornelos y modificaciones que no amenacen los fundamentos ideológicos del sistema.
 
Los cambios reales y el post-castrismo son dos eventos a estructurarse paralelamente en un futuro mediato.
 
Mientras llega ese momento, habrá que soportar la avalancha de artificios retóricos y las poses homéricas de políticos que, como Murillo, se prestan para darle un barniz de credibilidad a las falsas expectativas.

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