Articulo enviado a la redaccion de la Comisión Mambi, Patria y Libertad, por un Hermano Aprendiz Masón.
LA HABANA, Cuba- Resulta paradójico que el
vicepresidente cubano Marino Murillo haya pedido acelerar las reformas
económicas en un recién celebrado congreso de economistas. La exigencia,
manifestada ante 250 delegados de todo el país, choca con los
verdaderos compromisos políticos de Murillo. Pues, sus posiciones
siempre están del lado de quienes lo catapultaron a una de las
vicepresidencias del gobierno.
Raúl Castro, su mentor, no muestra
pruebas fehacientes sobre el pragmatismo que cierta prensa le ha
endilgado, como una cualidad que lo diferenciaba de su hermano Fidel. En
el argot del régimen, reforma continúa siendo una mala palabra. En su
lugar, han aprobado la frase conocida como actualizaciones del modelo
socialista.
Esto pudiera considerarse una nimiedad, pero es un botón
de muestra de las reticencias, al más alto nivel, a la hora de asumir
un rol protagónico en los cambios que demanda
la economía cubana, saturada de números rojos.
Periódicas
exhortaciones de ministros y funcionarios, relacionadas con la necesidad
de avanzar en la apertura económica, se diluyen en un ambiente que
sigue circunscrito al predominio de la burocracia y a la ausencia de
voluntad dentro del exclusivo grupo de poder.
Por lo demás, Murillo
no puede decidir nada. Es, aunque sus credenciales sean otras, un vocero
más dentro de un diseño político que no va a sufrir cambios
sustanciales mientras sus líderes históricos conserven la capacidad de
gobernar.
El eslogan acuñado por Raúl Castro ante los llamados a
acelerar el ritmo y la profundidad de la apertura, indica que el
estancamiento prevalecerá. “Sin pausa, pero sin prisa”, define una
actitud a ubicar en las antípodas del sentido común, encubridora de la
esencia conservadora del régimen.
Que Murillo, supuesto (por la mala
prensa) artífice de las reformas económicas, y además
ex oficial del ejército, haya abogado por la definitiva liberalización
de las fuerzas productivas, no significa un punto de giro en las
estrategias que apuntan al éxito y terminan en el más absoluto fracaso.
Los lineamientos aprobados (hace ya dos años) en el VI Congreso
del Partido Comunista, que viabilizarían la implementación de los
cambios tendientes a elevar la productividad y la eficiencia, son poco
menos que material desechable.
Por tanto, las exhortaciones de
Murillo a “quitar todos los frenos”, son parte del léxico a utilizar con
fines propagandísticos. En la vida real, son escasos los motivos para
imaginar otras perspectivas que no sean las de un continuismo, que
seguirán matizando con ritornelos y modificaciones que no amenacen los
fundamentos ideológicos del sistema.
Los cambios reales y el post-castrismo son dos eventos a estructurarse paralelamente en un futuro mediato.
Mientras
llega ese
momento, habrá que soportar la avalancha de artificios retóricos y las
poses homéricas de políticos que, como Murillo, se prestan para darle un
barniz de credibilidad a las falsas expectativas.
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